Me gusta la lengua. Disfruto, cómo es difícil de explicar, con un texto bien escrito. Con orden en la sintaxis, con las palabras adecuadas, sin superlativos ni subordinadas exageradas, con rigor. Me gusta disfrutar del lenguaje también oral. Me embobo oyendo a quienes acarician la lengua en lugar de abofetearla. Hasta podría enamorarme de alguien sólo oyéndole hablar.
Uno de estos días le contaba a mi hijo la importancia de hablar y escribir bien. Sin faltas de ortografía, sin inclusiones de otros idiomas en el que nos expresamos, con amor a lo bien escrito y hablado, y con voluntad de comunicar.
Él me escuchaba embobado (disfruto viendo como disfruta haciéndolo!). Es un auténtico placer para mi transmitirle el valor de lo bello en el habla y en la escritura...
Entonces, me preguntó cómo. ¿Cómo se podía escribir y hablar correctamente? La única manera es leyendo, le dije.
Y se fue a su habitación a reabrir su libro de descubrimientos de la historia de la humanidad. Que le dure siempre.
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