Una comida de trabajo. Empresarios. En un lugar exquisito.
Ocho hombres entre 40 y 50 años. Y yo.
Ya nos conocemos, nos saludamos educadamente, conversación de cortesía al inicio y entramos en materia.
Comemos y hablamos, hacen sugerencias, quejas también, cuestionan decisiones y bendicen otras.
El ambiente se relaja y van saliendo los verdaderos yos...
Alguien dice que no es posible que una prostituta se pose siempre en la entrada de acceso al polígono dónde está su empresa. Cierto, afea el lugar y resta valor a lo que allí se encuentra. Coincido.
Observo cierta ironia en el tema. Les está gustando hablar de esto conmigo.
Piden explícitamente mi posicionamiento al respecto y soy contundente: no puedo estar de acuerdo con ningún tipo de explotación. Añado, también, que si sus clientes y proveedores no consumiesen prostitución la chica, allí, no iba a estar haciendo calceta... No me puedo estar.
Siempre hay uno que es el más listillo, el gracioso y aquí tampoco falta.
Le resulta simpático comentar que no es para tanto, que el tema no va con el género, que las mujeres también consumen sexo de pago y no puedo más de reirme en su cara.
Detesto profundamente a esos hombres que visten de traje y creen que por estar forrados y dirigir grandes compañías son inteligentes y educados. No lo son. Tienen comprtamientos de lo más machistas y llevan mal, que en esa mesa, quién llevase los pantalones, no fuese ninguno de ellos.
* Sé que la imagen no explica bien el contenido del post, es a propósito.
Me niego a poner en mi blog una foto, por neutra que fuese, que
induzca al maltrato y explotación de una mujer o de ningún ser humano.
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