He estado unos días en Francia por cuestiones de trabajo. Ha sido un viaje no muy esperado, que he tenido que hacer sin pensármelo mucho, que realmente me apeteció cuando me lo plantearon y que ha durado 3 días. Pero ha sido duro.
Era la primera vez que me separo de Àlex más de una noche y sobretodo la primera vez que me voy del país. Resulta que él, como os podréis imaginar, no me ha hechado de menos ni un poquito. Es pequeño. Me quiere, claro, pero si me ve. Si no, pues tiene a su padre, a sus abuelos y a su profe en la guardería que le hacen realmente muy feliz. Y es lo lógico además de lo recomendable.
El problema es más mio que de él. A mi me cuesta romper los lazos que me unen a él, me cuesta no tener remordimiento por trabajar tanto y a horas raras, me cuesta irme de viaje, volver el viernes por la tarde y marcharme todo el domingo de nuevo, me cuesta no sentirme mal por no ser la mejor de las madres.
Hago lo que puedo, y más, pero no lo suficiente, o al menos no lo que a mi me parece que sería lo suficiente.
Aunque la vida es así, mi vida es así, y por supuesto no quiero renunciar a ella pero no puedo evitar sentirme mal por no ser la madre que Àlex se merece, la mejor!
1 comentario:
Él lo sabe y eso se nota nada más verte. Haces cuanto puedes y él sabe agradecértelo.
Desafortunadamente debemos trabajar y tu trabajo es el camino que has elegido y el que te realiza como profesional, por lo que ni se antepone ni dejas abandonado al "ninu". Por suerte, no es una cuestión de prioridad...
Publicar un comentario