Ayer fue un día extraño. De hecho tan extraño como cada vez que cambiamos la hora, ya sea para ganar una hora o para perder otra. El origen de la cuestión no es otro que el de la eficiencia energética. Es decir, en marzo cambiamos la hora adelantando el reloj para aprovechar mejor las horas de sol y por tanto consumir miles de millones de quilovatios menos en el consumo de los hogares y de las empresas. Y en septiembre hacemos lo inverso. Atrasamos el reloj para aprovechar los últimos rayos de sol que nos va dejando el paso del otoño y disfrutar un poco más de los días largos que poco a poco, se van acortando con la entrada del invierno.
A este fenómeno de lo más natural y a la vez responsable que la mayoría de los países llevan a cabo se le atribuyen una serie de beneficios, para el comercio, la práctica de deporte, también otras actividades realizadas en el exterior y está estudiado que se reducen los accidentes de tráfico.
Pero también algunos perjuicios, como en la agricultura y otras acitividades que se llevan a cabo en el exterior y sobretodo en el ritmo natural del sueño provocando en algunos casos alteraciones de la conducta y el ánimo.
Pues bien, no es mi caso. El cambio de hora en mi provoca alegría (al menos este cambio, el de adelantar el reloj). Ver como el día cada vez es más largo y el sol está presente más horas es algo que me anima, que me hace feliz y que hace que me vengan a la cabeza multitud de ideas para ocupar más y mejor mi tiempo.
Hoy me he levantado muy pronto, con mucha energía (a pesar de notar el cambio en el sueño como todo el mundo) y he aprovechado la mañana "d'allò més bé".
Vamos, que cambiaría una hora más incluso. ¡Y qué viva el sol y la primavera!
1 comentario:
Pues a mi si que me trastorna los cambios de horas, incluso no me acostumbro hasta que no pasa un par de dias.
Eso sí con este cambio tendremos mas horas de sol y parecerá que se te alarga más el tiempo y podremos realizar más cosa. En conclusión nos dará mas vidilla.
Mª DEL MAR
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