
Alguien que conozco, ha fallecido. Su hija, amiga y compañera, siente un vacío dentro de sí, que no sabe explicar: "ya no tengo lágrimas", me decía. Y la entiendo.
Soy incapaz de imaginar un proceso parecido al que han vivido, sus hijos y su esposa. Una enfermedad larga, dura, dolorosa y que consume día a día. No dejo de imaginar en ese momento en el que tu padre deja de respirar y de latir su corazón. Aunque lo esperes, eso no es natural.
Porque me apetece, os digo: "papá, mamá, os quiero muchísimo y os necesito aun más".
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